En casa siempre hemos sido bastante cuidadosos con el polvo. No por manía, sino por necesidad. Mi madre tiene alergia desde hace años, y cuando le da, se le nota: estornudos, ojos llorosos, congestión… lo típico, pero multiplicado por diez. Durante mucho tiempo pensé que con mantener la casa limpia y lavar la ropa con frecuencia era suficiente. Y en parte lo era, pero no del todo.
Hasta hace poco, para mí lavar bien era echar el detergente, el suavizante y elegir un programa estándar. Que la ropa saliera oliendo bien ya me parecía el indicador de que todo estaba en orden. Pero resulta que, con las alergias, eso no basta. Y fue precisamente un ciclo especial de mi lavadora Samsung el que me hizo ver la diferencia.
El día que la ropa “limpia” seguía dando guerra
Todo empezó una tarde cualquiera, doblando sábanas recién lavadas. Mi madre las tocó apenas unos minutos y al rato ya tenía la nariz irritada y la garganta rascando. Al principio pensamos que era casualidad o que el polvo estaba en otra parte, pero al repetir la escena días después, empezamos a sospechar.
No tenía mucho sentido: eran sábanas recién lavadas, con buen detergente, y sin haber estado expuestas al aire. Pero el picor y los estornudos volvieron. Fue entonces cuando empecé a leer sobre el tema y di con algo que me sorprendió: no todos los programas de lavado eliminan los alérgenos. Y algunos (como los ciclos cortos o los de agua fría) apenas hacen nada contra ellos.

El ciclo que marcó la diferencia
Revisando las opciones de la lavadora (una Samsung que lleva en su casa algún tiempo), me encontré con un programa llamado Higiene (Antialérgenos en otros modelos). Lo había visto muchas veces, pero jamás lo había usado. Supuse que era un modo más largo, quizás para ropa de bebé o prendas especiales. Lo activé por probar, sin muchas expectativas.
Ese ciclo eleva la temperatura del agua y mantiene el calor durante más tiempo para eliminar ácaros, bacterias y otros alérgenos que el lavado normal no arrastra. También hace un aclarado más profundo, que ayuda a que no queden restos de detergente (algo que también puede dar reacción).
La diferencia fue clara desde el primer lavado. Las sábanas salieron igual de suaves, pero mi madre pudo usarlas sin acabar con los ojos rojos. Y lo mismo ocurrió con camisetas, toallas y pijamas. Desde entonces, para la ropa de cama y lo que usamos a diario, ese ciclo se ha vuelto imprescindible.
A veces creemos que la limpieza es únicamente cuestión de rutina, pero la tecnología puede ayudarnos a ir un paso más allá. En este caso, no ha sido un gadget ni un producto milagro, sino simplemente usar bien una función que ya teníamos y no habíamos probado.
Mi madre sigue con su alergia, eso no ha cambiado. Pero al menos en casa ya no tiene que preocuparse cada vez que abre el armario. Y yo, que pensaba que lo sabía todo sobre poner la lavadora, he descubierto que aún me quedaban cosas por aprender.
Imágenes | CoPillot, Dall-E
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