En verano, el aire acondicionado es casi como un salvavidas. Llega el calor de verdad, ese que no te deja dormir ni respirar, y no hay persiana bajada ni ventilador que lo aguante. Así que acabas encendiendo el aire, claro. Pero también sabes lo que viene después: una factura que te hace sudar más que el propio julio.
La buena noticia es que hay formas muy sencillas de usar el aire acondicionado con cabeza. Sin pasar calor, sin renunciar al fresquito y, sobre todo, sin dejarte medio sueldo en la próxima factura. Son detalles pequeños, pero bien aplicados, que marcan la diferencia.
El truco de los 24 grados
Poner el aire a 18 grados para que enfríe más rápido es algo que se suele hacer, pero es un error. Cuanto más baja la temperatura que pidas, más va a esforzarse el equipo, y eso se traduce en más consumo, más gasto y más desgaste.
La temperatura ideal está en torno a los 24 grados. Con eso es suficiente para estar cómodo, sin frío, sin choques térmicos cada vez que sales al pasillo, y sobre todo sin que el aparato tenga que funcionar como si estuviera enfriando una nevera industrial.
Y lo mejor: una vez encuentras ese punto donde estás a gusto, dejas de tocar el mando cada dos por tres. Eso también ayuda a que el aire consuma menos.
Cierra todo: puertas, ventanas y rendijas
Puede parecer evidente, pero no lo es tanto. Hay quien enciende el aire y deja una puerta entornada o una ventana medio abierta. Y claro, el fresquito se escapa, el calor entra, y el aire empieza a trabajar como loco para compensar esa fuga constante.
El aire acondicionado está pensado para climatizar una zona concreta. Si abres otra habitación, estás duplicando el esfuerzo del equipo. Y si hay una ventana abierta, directamente estás tirando el dinero. Así que, antes de encenderlo, asegúrate de que todo está bien cerrado. Son dos segundos y muchos euros de diferencia al final del mes.

Ventilador + aire: pareja bien avenida
Si tienes un salón grande o una estancia donde el aire no llega igual a todos los rincones, no hace falta bajar la temperatura. Un ventilador puede ayudarte a mover el aire fresco y repartirlo de forma mucho más uniforme.
No se trata de poner el ventilador para que haga el trabajo del aire, sino de usarlo como apoyo. Te sorprendería lo mucho que cambia la sensación térmica en una habitación sólo con hacer circular bien el aire.
Mantenimiento: lo que nadie ve, pero se nota
Una cosa que casi todo el mundo olvida: limpiar los filtros. Cuando están sucios, el aire sale con menos fuerza, el aparato necesita más tiempo para enfriar y acaba gastando más energía. Y eso por no hablar de lo poco saludable que es respirar aire que pasa por un filtro lleno de polvo.
Dedicarle un rato cada cierto tiempo a revisar los filtros (y, si puedes, también la unidad exterior) es una de esas tareas que no se ven, pero se notan. En el confort, en la factura y en la vida útil del equipo.
En resumidas cuentas, no se trata de sufrir el calor ni de vivir con miedo a encender el aire. Se trata de usarlo con cabeza. Si controlas la temperatura, cierras bien la estancia, usas un ventilador para ayudarte y mantienes el equipo en buen estado, puedes tener un verano fresco sin sustos en la factura.
Imágenes | Freepik AI con edición
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