Hay accesorios que llegan para acompañar y acaban mandando en la rutina. Con mi Galaxy Watch Ultra me pasó justo eso. Empecé usándolo por curiosidad (pasos, pulso y poco más) y terminé dejando el móvil quieto muchas más horas al día. No he hecho grandes promesas de "desintoxicación digital"; simplemente el reloj fue quitándome de encima esos microgestos que abren la puerta al scroll infinito.
Ya no saco el móvil y me quedo enganchado
Antes, cualquier vibración era excusa para sacar el teléfono, desbloquear y, de paso, mirar dos o tres apps "ya que estaba".
El reloj cortó esa inercia. Vibra corto, miro la notificación, decido en un segundo si importa y continúo. Lo esencial (avisos del trabajo, familia, pedidos) pasa el filtro; lo accesorio se queda para luego. Parece poca cosa, pero en un día normal ahorra decenas de interrupciones.
Llamadas y mensajes sin romper el ritmo
La otra pata es la respuesta rápida. Para un "llego en 5", un "ok, recibido" o confirmar una dirección, el Galaxy Watch me basta.
Atiendo una llamada corta desde la muñeca, dicto una nota de voz breve o envío una respuesta predefinida y listo. No sustituye al teclado del móvil, pero evita desbloquear la pantalla y caer en el bucle de siempre. El tiempo de pantalla al final del día lo nota.
Pequeños gestos que, sumados, cambian el día
Lo que más pesa no son los “grandes usos”, sino los detalles: controlar la música mientras cocino sin tocar el móvil, pagar el café con Samsung Wallet sin sacar la cartera, poner un temporizador con la voz, revisar el tiempo antes de salir o disparar la cámara del teléfono a distancia para una foto de grupo. Son segundos aquí y allá que, repetidos, reducen muchísimo la dependencia del teléfono.

Salud, descanso y foco sin abrir ninguna app
El seguimiento de sueño, los anillos de actividad y los recordatorios para moverme cada hora me tienen más pendiente de mí y menos del móvil. Veo métricas al levantar la muñeca y ya está.
Además, el modo No molestar y los perfiles de concentración se sincronizan: si entro lo necesito, el reloj se calla; si salgo a algún sitio importante, sólo deja pasar lo primordial. La tecnología se comporta y yo no estoy regañándola todo el rato.
Navegar la ciudad sin pantalla delante
Con Mapas en el reloj, las indicaciones llegan por vibraciones y avisos cortos. No voy mirando el teléfono al andar; lo guardo y sigo las pistas de la muñeca. También uso el encuentra mi móvil cuando lo dejo entre cojines o en la mochila, además de poder acordarme dónde he aparcado el coche. Son funciones sencillas, pero evitan sacar el teléfono.
No he cambiado de móvil ni de hábitos radicalmente. He cambiado de interfaz. El Galaxy Watch se quedó con lo que requiere segundos y me devolvió la atención para lo que sí pide minutos. El teléfono sigue siendo mi herramienta principal, sólo que ahora entra en escena cuando toca, no a cada vibración.
Imágenes | Dall-E
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