Después de pasar tiempo con un Z Fold6, cambiar al Galaxy S25 Edge fue como volver a lo compacto, a lo fino, a un móvil que entra en cualquier bolsillo. Lo que más me atraía era su diseño: delgado, con marcos mínimos y una pantalla que parece flotar. Pero claro, también pensaba que iba a perder cosas. Sobre todo en batería. Y viniendo de un Fold con casi 4.400 mAh repartidos en dos paneles, ese salto me daba cierto respeto.
Lo curioso es que, a pesar de los números sobre el papel, la experiencia no ha sido como pensaba.
Del Fold al Edge: el cambio se nota, pero no tanto como imaginaba
El Galaxy S25 Edge monta una batería de 3.900 mAh, algo más contenida que la del Fold6. Y aunque en foros ya leía que no era el modelo con más autonomía del mercado, es algo a lo que no suelo hacer caso hasta probarlo yo mismo con fotos, navegación, redes sociales, YouTube, algún juego ocasional, notificaciones y bastantes correos. Es decir, mi día a día.
La sorpresa asomó enseguida. En un uso normal con brillo en un 70% (no me gusta llevar activado el brillo automático), WiFi o datos todo el tiempo y sin limitar los hercios de la pantalla, he llegado a sacar entre 6 y 7 horas de pantalla sin mucho esfuerzo. No es un récord, pero me alcanza sin problemas desde la mañana hasta la noche.
Comparado con el Fold6, noto que no hace tantos esfuerzos para tareas cotidianas. La pantalla es más eficiente y parece estar mejor optimizado. El Fold es muy versátil, pero más tragón. Aquí, sin tener que mover dos pantallas, la autonomía rinde más de lo que esperaba.
Qué tal aguanta en días más exigentes

Obviamente, si empiezo a grabar vídeo en 4K, usar mapas con el GPS activo o hacer multitarea mientras reproduzco música y gestiono correos, el porcentaje baja más rápido. Pero incluso en esas jornadas intensivas, rara vez me ha dejado tirado antes de las 8 de la tarde. Y si sé que tendré un día especialmente largo, tiro del modo ahorro moderado y sin notarlo demasiado, gano una o dos horas extra de batería.
Además, algo que ayuda bastante es la velocidad de carga. En 30 minutos recupero un 60 %, así que con una parada rápida durante el café, ya tengo suficiente para el resto del día.
Conclusión: no es una bestia en autonomía, pero tampoco lo necesita

El Galaxy S25 Edge no es el modelo pensado para quienes quieren olvidarse del cargador dos días seguidos. Pero tampoco es un drama si lo usas con cabeza. Para alguien que viene de un Z Fold6, me ha resultado incluso más equilibrado de lo esperado. Es cierto que sacrificas algo de batería por diseño, pero a cambio tienes un móvil más cómodo, más ligero y con una pantalla que sigue siendo una delicia.
No va a batir récords en autonomía, pero tampoco te va a decepcionar si sabes lo que compras. Para mí, sigue siendo un buen cambio. Y con el cargador cerca, es más que suficiente para cualquier jornada larga e intensa.
Imágenes | Javier Penalva (Xataka)
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