Díficil, muy difícil será que no te haya pasado: enchufas el teléfono y el icono de la batería, ni se inmuta. En un mundo en el que la autonomía mejora, pero seguimos tirando de cable a diario, da mucha rabia cuando ocurre. Sobre todo cuando has dejado pasar una o dos horas pensando que el móvil estaba cargando, pero en lugar de subir, el porcentaje de batería ha bajado.
A mí me tocó hace unos meses. Sin previo aviso, el móvil decidió ignorar el cargador. No había caídas, ni golpes, ni nada raro. Simplemente, no cargaba, pese a haber seguido ciertas recomendaciones para que la batería estuviera sana. Y sí, al final la solución fue mucho más sencilla de lo que imaginaba.
Señales de que algo no va bien
Los días anteriores ya había visto pistas. Dejaba el móvil conectado y, al volver, el porcentaje estaba prácticamente igual. O se detenía la carga a mitad sin motivo aparente.
Alguna vez incluso pasó la noche al cable y amaneció casi como se fue. Es fácil pensar en batería agotada o cargador roto, y es normal ponerse en lo peor cuando dependes del teléfono para todo.
Lo que probé antes de acertar
Lo primero fue lo típico: cambiar el adaptador, probar con otro cable, conectar en un enchufe distinto. Mismo resultado. No tenía una base inalámbrica a mano para salir de dudas, así que la sensación era que el problema iba por dentro. Incluso llegué a desactivar la carga rápida por si acaso.
Antes de darlo por perdido, recordé un consejo que había leído mil veces y al que no había prestado demasiada atención: revisar el puerto de carga. Por fuera se veía limpio, sin pelusas ni restos. Aun así, probé.
La limpieza del puerto, paso a paso
Sin herramientas “raras”, usé lo más amable que tenía en casa: un palillo de madera y un cepillo de dientes suave. Con mucho cuidado, sin forzar y manteniendo el teléfono apagado, pasé el palillo por los bordes del conector para arrastrar lo que pudiera haber. Salió una pequeña pelusa, casi ridícula.
Después, un toque muy ligero con el cepillo para retirar polvo. Nada de clips, alfileres o puntas metálicas que puedan dañar los contactos; aquí la clave es ser delicado y no rascar. Volví a encender el móvil, conecté el cable y… a cargar como si nada. Desde entonces, ni un corte.
¿Por qué pasa?
Tiene toda la lógica del mundo. Llevamos el teléfono en bolsillos, mochilas y fundas donde se acumulan fibras textiles, polvo y migas diminutas. Con el uso, parte de esa “pelusa” acaba en el conector.
Basta con que se compacte un poco para que el cable no asiente bien y la carga haga mal contacto o se interrumpa sin que lo notemos. Por fuera puede parecer limpio, pero por dentro se forma un tapón que engaña.

Consejos para evitar el susto
Sin obsesionarse, un repaso ocasional al puerto ayuda mucho. Un palillo de madera o una herramienta de plástico es suficiente; si tienes aire comprimido, un soplido breve a cierta distancia también sirve, siempre sin meter boquillas rígidas dentro.
Mantener el teléfono apagado durante la limpieza y no empujar la suciedad hacia el fondo es fundamental. Si usas el móvil en ambientes con polvo o lo metes en bolsos donde convive con pañuelos y telas, una tapa antipolvo para el conector puede ahorrarte problemas.
Cuando un móvil deja de cargar, no siempre es un drama de batería o placa. A veces es algo tan prosaico como un poco de pelusa haciendo de tope. Antes de pensar en reemplazos o reparaciones, merece la pena dedicar dos minutos a revisar el puerto con cuidado.
Imágenes | Dall-E con edición
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