Si tu horno incluye pirólisis, es tentador pulsar el botón y olvidarse del estropajo. Para un nivel de suciedad medio funciona de maravilla y deja la cavidad como nueva con muy poco esfuerzo.
Ahora bien, no es una varita mágica: es un ciclo que dispara la temperatura y, con ello, el contador. Conviene entender bien qué hace, cuánto gasta y cuándo compensa.
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Qué hace realmente la pirólisis
La pirólisis (una de esas funciones más interesantes del horno) lo calienta por encima de los 500 °C para descomponer grasa y restos en ceniza. Al terminar, pasas un paño húmedo y la suciedad sale sin frotar. Los hornos bloquean la puerta y gestionan el calor para que sea un proceso seguro, pero no es rápido ni liviano: mantener esas temperaturas durante una o dos horas requiere energía en serio.
Además, algunos modelos ventilan al finalizar para evacuar el calor, lo que alarga el tiempo total hasta que puedes volver a cocinar.
Consumo: cifras realistas para situarnos
Los consumos varían según el modelo, el tamaño (60 cm es el estándar), el aislamiento y el nivel de limpieza seleccionado. Como referencia útil, un ciclo típico puede moverse entre 3,3 y 4,8 kWh.
Si calculamos con un precio de 0,154 €/kWh, cada limpieza rondaría aproximadamente entre 0,50 y 0,75 euros. No parece mucho de forma aislada, pero si lo conviertes en hábito semanal, la suma mensual se nota. Ten en cuenta que los programas más intensos o prolongados se acercan a la parte alta del rango, y que un horno con peor aislamiento puede consumir algo más para sostener la temperatura.

Cuándo sí y cuándo no usarla
La pirólisis es ideal cuando hay suciedad pegajosa, difícil de quitar y el interior presenta una capa oscura que ya no cede con una limpieza rápida. No merece la pena si sçolo hay salpicaduras puntuales del último asado.
En esos casos, limpiar en templado con agua jabonosa o con vapor posterior al cocinado evita tener que lanzar el “modo cañón”. También es buena idea retirar bandejas y guías si el fabricante lo indica: se protegen acabados y se reduce masa térmica, lo que ayuda a no alargar el ciclo.
Cómo recortar el coste sin renunciar a la comodidad
La primera palanca es la frecuencia: úsala de forma ocasional, no después de cada uso. La segunda es la preparación: elimina derrames grandes en el momento y evita que se resequen; cuando llegue la pirólisis, el horno necesitará menos intensidad. La tercera tiene que ver con tu tarifa. Si estás en PVPC o en una indexada por horas, planificar la limpieza en franjas valle o en fin de semana puede rebajar el coste sensiblemente, incluso hasta una tercera parte en escenarios favorables.
Además lanzar el ciclo tras cocinar, aprovechando que el horno ya está caliente, ayuda a acortar el ramp-up de temperatura y, por tanto, a gastar algo menos.
Seguridad y buenas prácticas que conviene no saltarse
Durante el ciclo y justo al acabar, no abras la puerta. El choque térmico puede dañar el cristal y el golpe de calor es peligroso.
Espera a que el horno baje de temperatura por sí solo antes de abrir y pasar el paño. Ventila la cocina si notas olor a quemado por restos carbonizados, mantén las juntas en buen estado para evitar fugas y revisa que no haya accesorios incompatibles en el interior.
Si tu horno ofrece varios niveles de pirólisis, empieza por el más suave y sube solo si queda suciedad persistente.
La pirólisis ahorra tiempo y esfuerzo cuando se usa con criterio. Empléala de forma puntual, mantén un mínimo de limpieza tras cada uso y elige bien el momento según tu tarifa. Con ese enfoque equilibrado, tendrás el horno impecable y el consumo donde debe estar: controlado.
Imágenes | Samsung
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