Manuel Naranjo
EditorDurante años hice lo mismo: abrir el grifo, dar "un agua" a los platos y dejar sartenes a remojo con un chorrito de jabón antes de meterlo todo en el lavavajillas. Parecía de sentido común. Hasta que empecé a fijarme en dos cosas: el tiempo que perdía y la cantidad de agua que se iba por el desagüe sin aportar gran cosa.
Desde entonces cambié el ritual y, salvo contadas excepciones, el prelavado manual se quedó fuera de juego.
Por qué lo hacemos
La idea de humedecer la suciedad para "ayudar" a la máquina convence porque vemos la grasa moverse y creemos que eso facilita el trabajo. El problema es que muchos lavavajillas actuales, sobre todo aquellos que vienen con IA como los Samsung, dosifican tiempo, temperatura y presión según lo sucio que detectan.
Si metes la vajilla medio enjuagada, esos sistemas leen menos carga de suciedad y recortan el ciclo. Resultado: un lavado más corto de lo que hacía falta y, a veces, restos que no deberían estar ahí al final.
Lo que pasa dentro de la máquina
Un lavavajillas moderno no se limita a "echar agua caliente". Trabaja con:
- Brazos pulverizadores que alcanzan ángulos a los que tú no llegas con el grifo.
- Detergentes enzimáticos que necesitan contacto con la suciedad para actuar (si la arrastras antes, pierden eficacia donde deben trabajar).
- Sondas y algoritmos que ajustan el programa en función de la turbidez del agua.
Cuando prelavamos a mano, descolocamos esa "coreografía" y, además, gastamos un agua que el ciclo ya iba a gestionar mejor.
Cuándo remojar sí tiene sentido
No todo es blanco o negro. Hay dos situaciones en las que un remojo breve (agua caliente, pocos minutos) ayuda:
- Suciedad reseca de horas o días: bandejas de horno con almidones o azúcares caramelizados, fondos requemados, restos que se han pegado de verdad.
- Equipos con filtros sensibles: si tu máquina tiende a atascar el filtro, reblandecer restos gruesos puntuales evita que acaben bloqueándolo.
Y cuándo no hace falta (la mayoría de veces)
Para el plato del día, el vaso con marcas de café, la sartén del salteado o la ensaladera, basta con retirar los sólidos (con una espátula o papel de cocina) y colocar bien: piezas cóncavas inclinadas, sartenes mirando el chorro, sin tapar difusores. Eso y un ciclo normal suelen ser más eficaces que cualquier "pasadita" bajo el grifo.
Usa los programas que tocan (en vez del grifo)
Casi todos los modelos Samsung incluyen modos que sustituyen perfectamente ese remojo manual:
- Prelavado o Remojo: 10-20 min de agua dirigida que ablanda sin gastar lo que gastarías a mano.
- Intensivo: temperatura alta, más presión y más tiempo; es para lo realmente complicado.
- Eco: tarda más, sí, pero compensa con menos agua y un uso más eficiente del calor. Ideal para cargas mixtas sin prisa.
Pequeños cambios que sí marcan la diferencia
- Raspa en seco: el detergente de manos genera espuma que entorpece el aclarado del lavavajillas.
- Cargas completas, sin apelmazar: el agua tiene que circular. Si "apilas", no limpia.
- Filtro y brazos limpios: diez segundos para enjuagar el filtro evitan muchos "misterios" de platos que salen velados. Esa limpieza de filtro es fundamental.
- Coloca la cristalería lejos del foco de grasa: si metes ollas muy sucias abajo, sube los vasos a la zona opuesta y deja hueco.
Desde que dejé el remojo por sistema, gasto menos agua, tardo menos en recoger y los resultados son más consistentes. La tecnología que ya tienes en casa está pensada para esto: úsala a tu favor y reserva el fregadero para los casos de verdad especiales.
Imágenes | Samsung
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