Si uno se da una vuelta en estos momentos por los principales medios sobre Android y Samsung, nacionales e internacionales, verá una crítica creciente hacia la marca surcoreana por querer alargar la vida de los actuales sensores de las cámaras de sus modelos premium. No puedo más que pensar que es algo injusto. Y lo mismo pensaría si la crítica fuera hacia otra marca de smartphones cualquiera.
¿No estamos pidiendo más de lo razonable?

Y lo hago desde el punto de vista de una persona que se dedica a la fotografía como hobbie y que, por tanto está muy atento de el panorama actual del sector.
Si nos vamos a cualquier marca fotográfica, sea Canon, Nikon, Sony o alguna de las "menores", (por menos vendidas, no por menos valiosas), como Olympus, Panasonic, etc, veremos que los ciclos de renovación son mucho más amplios. Normalmente, una cámara del segmento profesional tiene una vida de unos 4 años. Si bajamos un poco el nivel de exigencia, y nos vamos a la gama media o de entrada, encontraremos renovaciones cada dos o tres años. Y además, con la crisis que ha vivido el sector en los últimos años, estos plazos incluso se han ido alargando en lugar de acortarse.
Y eso, además, no quiere decir que los sensores se renueven en cada iteración. En muchos casos se conservan los mismos, ya que su rendimiento y madurez permiten que se puedan seguir usando sin dar problemas o un rendimiento deficiente a sus usuarios.
Muchas veces las mejoras vienen en otros aspectos de las cámaras, como mejores sistemas de estabilización o enfoque, software o funciones que no tenían hasta ese momento.
Y esto me hace pensar en cómo de exigentes somos en lo que a smartphones se refiere. Continuamente pedimos innovación, pedimos funciones nunca vistas y mejora tras mejora entre otros, por ejemplo, en el apartado fotográfico.

Y es cierto que el aspecto del software puede ir mejorándose incrementalmente cada temporada, pero los sensores de las cámaras son otra cosa. Conllevan mucho desarrollo, en algunos casos implican a terceros, y además, dicho desarrollo suele suponer un gran esfuerzo económico, por lo que parece justo permitir a las marcas que amorticen sus inversiones.
Así, si comparamos un Galaxy S25 Ultra con una, por ejemplo, Nikon Z8, debemos saber que Nikon ha tenido un plazo de desarrollo para su cámara, de al menos cuatro años, (probablemente más, al no tener antecesora como tal) y que va a durar en el mercado, al menos otros cuatro años. Entonces, ¿por qué exigimos a Samsung que cambie sus sensores y los mejore de un año para otro? Al fin y al cabo, estamos hablando de un mismo aspecto; el fotográfico...
Es cierto que fotográficamente no estamos hablando del mismo rendimiento, pero debemos tener en cuenta que estamos hablando casi del modelo más premium que tiene en el mercado la marca nipona, y lo estamos poniendo frente al modelo más avanzado de la marca surcoreana del momento, así que la comparación puede ser más que pertinente. Además, el tamaño del sensor no implica necesariamente que su desarrollo sea más rápido o menos costoso.
Yo lo veo claro; como entusiastas de la tecnología, queremos novedades, innovación, y las queremos cada año, pero creo que exigirlas a ese ritmo es, además de injusto, descabellado. Deberíamos dar un margen, sobre todo si lo que queremos es que nos sorprendan: no es lo mismo una mejora pequeñita hoy, que una grande dentro de un par de años. Además, cada marca tiene unos planes de empresa que cumplir. Sería mejor para nosotros no exigir de más, porque las decepciones corren por nuestra cuenta.
Imágenes | Manu García
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