Me pasó hace poco: el móvil empezó a quejarse por falta de espacio y pensé en cambiarlo. Por suerte, antes de decidirme por un modelo cualquiera, me paré a mirar qué opciones tenía según cada modelo y cómo uso el teléfono. La conclusión no es tan categórica como un “sí” o un “no”: por lo general, podemos ampliar el almacenamiento, pero con matices que conviene tener claros.
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Tarjeta microSD: lo más cómodo... si tu móvil lo permite
Si tu Galaxy tiene ranura microSD, estás de enhorabuena. Es la forma más natural de ganar gigas porque se integra bien con la galería, el gestor de archivos y muchas apps. En gamas media (serie Galaxy A y buena parte de la M) es habitual encontrarla y, además, suelen admitir tarjetas de grandes capacidades. En gamas altas recientes (S y Z), en cambio, la ranura desapareció hace años: ahí no hay tarjeta que valga.
Si puedes usar microSD, no escatimes en calidad: busca tarjetas rápidas (U3/V30) para que los vídeos 4K no se reproduzcan a tirones y que mover archivos no se eternice. Y, detalle clave, decide qué mandas fuera: fotos y vídeos pesan mucho y son candidatos perfectos. Lo mismo para la música si eres de los que llevan una biblioteca local.
Las apps en cambio, hace tiempo que no se pueden instalar fuera de la memoria del smartphone, Al menos de forma oficial. Sí que podrás hacerlo usando apps de terceros, aunque no es lo más aconsejable. Los modelos más antiguos, con versiones del sistema operativo de hace años sí que pueden permitirlo.
Nube: la ampliación que no ocupa espacio (físico)
Usar una nube, la que sea, no añade gigas “dentro” del propio teléfono, pero funciona en cualquier Galaxy y evita el drama de “me quedo sin espacio”. Subir la fototeca a la nube (Samsung Cloud, Google Fotos/Drive, OneDrive, Amazon Fotos... la de tu elección) descarga cientos de megas sin tocar nada de lo importante y en la mayoría de casos, manteniendo intacta la calidad de los archivos, sin comprimir nada.
Lo bueno: te olvidas del espacio físico y todo se sincroniza. Lo menos bueno: dependes de la conexión y, si trabajas mucho sin cobertura, no es la panacea. Aun así, como red de seguridad y archivo a largo plazo, es de las mejores decisiones que puedes tomar.
El plan B: USB-C y almacenamiento externo
Otra opción que me ha sacado de más de un apuro es conectar por USB-C un pendrive o un SSD portátil. Para volcar grabaciones, series antes de un viaje o proyectos de trabajo, va de cine.
No es tan “invisible” como la nube ni una solución totalmente integrada como una microSD, pero libera espacio al instante y mantiene los archivos pesados fuera del móvil. Eso sí: piensa en ello como un maletín que abres y cierras, no como un cajón permanente.
Más allá de “caben o no caben”: rendimiento y margen libre
Un error muy común es exprimir el almacenamiento hasta el último mega. Aunque técnicamente quepa, cuando te quedas por debajo del 10–15 % libre, el sistema empieza a sufrir: la cámara tarda en guardar, las apps abren más despacio y todo se vuelve perezoso.
Mantener siempre un pequeño colchón hace más por la fluidez que cualquier truco milagroso. Y, ya que estamos, limpia de vez en cuando descargas olvidadas, papelera de WhatsApp y duplicados: no es glamuroso, pero funciona.
Qué haría yo en tu lugar (según el Galaxy que tengas)
- Con ranura microSD: una buena tarjeta y reglas claras (multimedia fuera, apps dentro). Revisa cada cierto tiempo y listo.
- Sin ranura: nube para la fototeca y un SSD USB-C para volúmenes puntuales. Te quitas el agobio sin cambiar de móvil.
- En todos los casos: deja ese 10–15 % libre y evita llenar el teléfono “al cuello”. Tu yo del futuro te lo agradecerá.
En resumidas cuentas, sí, puedes ampliar el espacio de tu Galaxy, pero no siempre del mismo modo. Entender qué permite tu modelo y planificar un poco te puede cambiar el panorama por completo: del “no me cabe nada” pasas a “tengo margen para rato” sin complicarte la vida ni gastar de más.
Imágenes | Dall-E, Perplexity
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