A todos nos gusta ahorrar tiempo, y eso de tener la ropa limpia rápidamente suena genial, sobre todo cuando la vida va a mil y poner la lavadora es un trámite más del día. Pero ojo, que aunque los programas rápidos pintan muy bien, no todo es tan sencillo como parece. Hay cosas que suelen pasar desapercibidas y que afectan tanto al gasto de luz como al resultado final del lavado.
Los programas rápidos tienen sus desventajas
Estos ciclos cortos se venden como la solución perfecta para ahorrar tiempo, agua y consumir menos electricidad, y de hecho, muchas veces son muy prácticos. Pero la realidad es que tienen sus cosas.
Por ejemplo, aunque pensemos que gastan poco, lo cierto es que al calentar el agua tan rápido, nuestra lavadora Samsung tira de toda la potencia posible y eso puede hacer que consuma más luz de la que esperamos.

Además, al ser un lavado tan rápido, las prendas no se empapan ni se remojan lo suficiente, por lo que las manchas más difíciles no se van a ir casi con toda seguridad.
Tampoco consigue una desinfección a fondo, algo importante cuando hablamos de ropa delicada o que toca limpiar bien, como la ropa de bebé o las toallas.
Otro punto que suele pasar desapercibido es que usan menos agua y, si metemos mucha ropa en el tambor de la lavadora, puede que no se enjuague bien todo y queden restos de detergente pegados a la tela. Eso puede ser un problema para la gente con piel sensible o alergias, porque les puede irritar.
En resumidas cuentas, estos programas rápidos están bien para cuando la ropa no está muy sucia, para dar un repaso rápido o para prendas delicadas que no necesitan un lavado profundo. Son un recurso cómodo para salir del paso, pero no conviene abusar de ellos ni usarlos siempre.
Imágenes | Dall-E con edición, Freepik AI
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