Muchas casas en las que sólo conviven dos personas pensarán que tener una lavavajillas puede ser un lujo innecesario. Pueden pasar varios días hasta que se llene y eso al final hace que, probablemente, se terminen lavando a mano los platos.
Todo es cuestión de cambiar la estrategia: comprar detergente, informarse sobre cómo utilizarlo de forma eficiente aprender a aprovecharlo sin malgastar agua ni electricidad.
Llenarlo bien es clave

El primer aprendizaje es entender que un lavavajillas puede ser más eficiente que lavar a mano, incluso para una pareja. La regla de oro: no encenderlo hasta que esté completamente lleno. Esto requiere paciencia, pero vale la pena.
El secreto está en organizar correctamente los platos, vasos, cubiertos y utensilios. No se trata de amontonarlos, sino de colocar cada pieza para aprovechar el espacio al máximo. Incluso objetos pequeños como tapas o utensilios de cocina entran si se distribuyen bien. Con esta técnica, podemos tardar dos o tres días en llenarlo, y aun así los platos no se ensucian ni huelen mal, sobre todo si los enjuagamos ligeramente antes de guardarlos.
Otra clave para ahorrar agua y energía ha sido aprovechar las tarifas con discriminación horaria. Conviene programar el lavavajillas para que funcione por la noche, cuando la electricidad es más barata. Y, a poder ser, utilizando el modo ECO, que tarda más, pero consume menos agua y energía. Con esto hemos notado un descenso notable en la factura de la luz y del agua.
Olvida el lavado a mano “por si acaso”
Uno de los errores más comunes es lavar a mano pequeñas piezas pensando que no vale la pena usar el lavavajillas para tan poco. Incluso si se utilizan solo dos vasos y un bol, es mejor dejarlos dentro hasta llenar el electrodoméstico. Así se evita el gasto innecesario de agua caliente y detergente.
Un efecto curioso que puede surgir es que el lavavajillas se ha convertido en nuestro espacio de almacenamiento temporal. Los platos usados, colocados correctamente y con la puerta cerrada, mantienen la cocina recogida y sin malos olores hasta que llega el momento de ponerlo en marcha.
Gracias a esta rutina, se puede reducir el consumo de agua caliente, usar menos detergente y se pasa menos tiempo fregando a mano. Y lo mejor de todo: la cocina siempre está ordenada y limpia.
Imágenes | Freepik AI
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