Últimamente, no he sido una persona precisamente activa. Ni de gimnasio, ni de salir a correr al amanecer, ni de contar pasos. Pero desde que tengo el Galaxy Watch Ultra, hay una notificación que aparece casi cada día, como si fuera un recordatorio personal de que debería estar haciendo algo más que estar sentado frente al ordenador.
Al principio lo ignoraba, claro. Hasta que un día, por pura curiosidad, decidí hacerle caso. No se trataba de ponerme en forma ni de cambiar mi vida. Sólo quería saber qué pasaba si seguía esas alertas durante unos días. Esto fue lo que descubrí al dejarme guiar por un reloj que, al parecer, sabe más que yo sobre mi cuerpo.
Empezar de cero: lo importante era moverse, no rendir

El primer aviso llegó a media mañana: había estado varias horas sentado. Me levanté, caminé hasta la cocina, fui al baño y recorrí el pasillo un par de veces. Nada especial. Pero el reloj vibró y apareció un mensaje de "Buen trabajo". Algo dentro de mí, tan simple como eso, hizo clic. No me pedía que hiciera burpees ni que saliera a correr. Sólo que no estuviera inactivo.
Así empecé: levantándome cada vez que me lo pedía. Poco a poco, sin exigencias, sin objetivos de esos que únicamente motivan a quien ya está motivado.
Al segundo día empecé a mirar las métricas. Calorías quemadas, minutos de actividad, ritmo cardíaco. Algo me llamó la atención: los picos de actividad eran muy claros, y coincidían con momentos en los que simplemente me había movido más de la cuenta, sin planearlo.
El reloj lo registraba todo, y eso me hizo darme cuenta de que moverse más no siempre significa sudar en un gimnasio. A veces es cuestión de no quedarte quieto.
El empujón justo

Uno de los aciertos del Galaxy Watch es que no se vuelve pesado. Sólo te recuerda que tu cuerpo está ahí, esperando que lo actives un poco. Incluso empecé a usar los programas de entrenamiento básico: caminar a paso ligero, estiramientos guiados, ejercicios de respiración.
No lo seguía al pie de la letra, pero me servía como estructura. Y, sin darme cuenta, la idea de estar en movimiento empezó a formar parte de mi rutina. De forma natural, sin forzar nada. Incluso me ayudó a dormir mejor.
Después de un tiempo haciendo caso al Galaxy Watch, no me convertí en una persona fit, ni tengo pensado apuntarme al gimnasio. Pero sí empecé a entender que mi cuerpo necesita algo más que una silla y una pantalla. Que caminar unos minutos, estirarme o simplemente no estar inmóvil durante horas ya es un paso adelante.
Imágenes | Samsung, Xataka
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