Da igual que tengas una barra de sonido o un cine en casa: si cometes estos errores, el sonido no será el que esperas

Con unos pocos cuidados y ajustes bien pensados, es posible sacar el máximo partido a cualquier equipo de sonido

barra de sonido Samsung
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Manuel Naranjo

Editor

A veces creemos que “no suena bien” porque la barra o el equipo son flojos, y no. Algunas veces el problema está en cómo hemos comprado, colocado o conectado todo

Me ha pasado más de una vez: película de estreno, sofá listo y, a los cinco minutos, diálogos enlatados, graves que retumban y la sensación de que la escena viene de otro sitio. La buena noticia es que casi siempre tiene arreglo con decisiones sencillas que marcan un antes y un después en el salón.

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Elegir sin medir el salón es empezar torcido

Primer tropiezo habitual: comprar por potencia o por oferta sin pensar en el espacio. Una barra demasiado grande en una sala pequeña se convierte en un cañón que rebota por todas partes; una muy justa en un comedor amplio suena hueca, como si la voz estuviera a dos metros del televisor. 

Merece la pena medir la distancia al sofá, el tamaño de la estancia y hasta la altura del mueble antes de pasar por caja. En teles Samsung, el añadido de Q-Symphony ayuda mucho porque suma los altavoces del televisor a la barra compatible y el escenario se abre sin llenar la casa de satélites. Es ese extra que notas en las escenas con mucha gente hablando o en un concierto.

La ubicación

Segundo clásico: encajar la barra en un hueco “para que no se vea”. Error. Si el frontal choca contra la repisa del mueble, el sonido se apaga; si el subwoofer duerme en una esquina, el grave se desmanda. 

Lo que me funciona: barra con aire por los lados y sin nada delante, y subwoofer separado unos centímetros de las paredes (no arrinconado). Si tu modelo lo trae, una calibración tipo SpaceFit Sound ajusta la respuesta a la sala en minutos: te quitas de encima esos graves fofos y los diálogos vuelven al centro sin tocar un ecualizador.

barra de sonido Samsung

El cable es pequeño, el lío no

Tercer punto en el que solemos patinar: el HDMI. No todos sirven. Si no conectas por HDMI ARC/eARC, te dejas por el camino formatos y sincronía de labios. Y sí, Bluetooth es cómodo para poner música, pero cuando hablamos de cine y series, el cable manda. 

El cambio de un HDMI cualquiera a uno que soporte eARC fue, en mi caso, la diferencia entre “vale” y “ahora sí”. Además, activa en la tele la salida correcta: a veces está todo bien cableado y seguimos con el altavoz de la tele por un ajuste escondido en el menú de sonido.

Los modos de sonido no son atajos mágicos

Cuarto fallo: vivir anclado a un modo que nos gustó el primer día. Con “música” las voces de una película se pierden; con “cine” un podcast suena cavernoso. Las barras recientes de Samsung cuentan con Adaptive Sound, que analiza el contenido y reajusta al vuelo para que no tengas que ir cambiando a mano. 

Aun así, dedicar cinco minutos a probar dos o tres escenas que conozcas (un diálogo tranquilo, una persecución, un concierto) te enseña más que cualquier ficha técnica.

Actualizar mejora más de lo que crees

Quinto olvido: el firmware. Igual que actualizas el móvil, la barra también recibe mejoras. Desde SmartThings lo haces sin cables ni pendrives. He visto arreglar desincronías de audio con la imagen y ganar compatibilidad con formatos que la barra “no reconocía” el día que salió de la caja. Es literalmente tocar un botón y esperar un minuto.

Pequeños detalles que suman mucho

Hay más gestos que ayudan: no subir el volumen para entender diálogos (prueba el refuerzo de voces si tu barra lo incluye), desactivar “mejoras” de la tele que meten procesado extra cuando usas la barra, o revisar que el televisor entregue el audio en paso directo a través de eARC si quieres Atmos sin pérdidas. Y si tienes una tele Samsung compatible, activa Q-Symphony: no es marketing, en planos abiertos rellena el hueco entre pantalla y sofá sin subir decibelios.

No hace falta cambiar de equipo para que todo suene mejor. Hace falta mirarlo como un conjunto. El día que todo encaja, pasa una cosa muy simple: dejas de pensar en el sonido. Las voces están donde deben, los efectos aparecen y desaparecen sin imponerse y la música te arropa sin taparlo todo. Ahí es cuando te das cuenta de que no era gastar más, era colocar mejor y configurar con cabeza.

Imágenes | Dall-E con edición

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