Esa vieja tablet que tenía olvidada en un cajón ha resultado ser un tesoro: ahora es uno de los gadgets más útiles de mi casa

Hay aparatos que no merecen jubilarse. Mi vieja tablet Samsung llevaba meses guardada, batería a medias y funda con polvo. Una tarde me propuse darle una segunda vida y, desde entonces, se ha convertido en ese “comodín” que siempre tengo a mano. 

No he hecho nada raro: sólo he alineado sus puntos fuertes con tareas muy concretas de casa y del coche. El cambio ha sido bestia, sobre todo porque dejo de saltar entre móvil y portátil para cosas que la tablet resuelve fácilmente.

Pinche de cocina que nunca protesta

La tablet vive en la encimera, apoyada en un soporte que me costó poco dinero, la verdad. Abro YouTube para recetas, Samsung Internet para la lista de la compra y, si me lío con hornos y sartenes, tiro de temporizadores sin miedo a manchar la pantalla. 

Como es mi “equipo de batalla”, pauso y rebobino con los dedos húmedos sin remordimientos. Cuando cocino algo más serio, SmartThings Cooking me ahorra pasos: tengo la receta a la vista y, si el horno Samsung está emparejado, consulto tiempos sin ir y venir por la casa. Resultado: nada de estrés y cero papelitos pegados a la nevera.

Navegación en el coche, pero en grande

Mi coche y el de mi mujer funcionan perfectos; pero el sistema multimedia del de ella, no me acaba de convencer del todo. La solución ha sido usar la tablet como panel dedicado para navegación y música con Android Auto (usando Headunit Reloaded). 

La configuración me llevó cinco minutos y un par de pruebas de cable. Va sujeta con velcro de doble cara en el hueco que mejor queda y no se mueve ni en rotondas. El mapa se ve de lujo, los avisos de tráfico llegan a tiempo y, al no tocar el móvil, llego con batería al destino. Para viajes largos es otra liga.

Centro multimedia para una tele Samsung veterana

En la cocina tengo una tele Samsung que sigue rindiendo, pero sin apps modernas. Aquí la tablet hace de puente: dejo la receta en su pantalla y pongo ambiente con Samsung TV Plus o con mis servicios de streaming desde el propio navegador si hace falta. 

Si el WiFi está fino, uso Smart View para enviar un vídeo a la tele del salón mientras sigo consultando los pasos en la tablet. No es “montar un cine”, es tener lo justo sin cables ni cacharros extra.

Lector de libros para los ratos muertos

Sí, lo ideal para leer es tinta electrónica, pero mi realidad es otra: me paso el día entre pantallas y, si me apetece leer, leo. Con la app de Kindle sincronizo al vuelo y sigo donde lo dejé. 

Trucos que me han funcionado: subir un punto el tamaño de letra, activar el modo oscuro y bajar el brillo casi al mínimo. Si tu Galaxy Tab es Full HD o superior, la tipografía se ve nítida; en paneles HD se nota un poco más el diente de sierra, pero no arruina la experiencia.

Marco digital, segunda pantalla y libreta rápida

Cuando no la uso, la dejo como marco digital con Google Fotos: pasan imágenes de viajes y familia en bucle y alegra la cocina. Si trabajo en el portátil, la convierto en “segunda pantalla” improvisada para tener notas o la agenda al lado. Para videollamadas, la cámara frontal y unos auriculares Bluetooth resuelven sin ocupar el móvil. Es ese compañero discreto que no llama la atención hasta que lo necesitas.

No hace falta estrenar dispositivo para cada tarea. Una tablet Samsung con años a sus espaldas puede seguir siendo útil si la enfocas a lo que hace bien: pantalla suficiente, batería decente y apps que no exigen lo último.

¿Límites? Cuanto más antiguo sea Android, más probabilidades de que alguna app moderna no instale; a partir de Android 8/9 todo va mucho más fluido. Mi regla es simple: si una app clave no funciona, busco alternativa o muevo ese uso dentro del ecosistema Samsung. Al final, la satisfacción no es sólo “ahorrar”: es exprimir lo que ya tienes y que vuelva a formar parte de tu rutina.

Imágenes | Dall-E con edición

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